CORAZÓN DE ATLETA

CORAZÓN DE ATLETA.

¿QUÉ ES Y POR QUÉ ES IMPORTANTE CONOCERLO?

Desde hace más de cien años existe interés en conocer los efectos  del ejercicio físico intenso en el sistema cardiovascular. La gran evolución en las técnicas diagnósticas y de imagen han permitido reconocer una gran cantidad de alteraciones en la morfología y funcionamiento del corazón que han permitido definir una entidad conocida como “corazón de atleta”.

El corazón de atleta se considera una adaptación fisiológica y benigna al entrenamiento sistemático, con aumento de la masa cardíaca y alteraciones morfológicas y funcionales de todo el sistema circulatorio. La importancia de conocer estos cambios radica en que pueden imitar o recordar a alteraciones patológicas que se producen en el contexto de enfermedades cardiovasculares con riesgo de muerte súbita o progresión de la enfermedad.

Precisamente, en los últimos años, los casos de muerte súbita de jóvenes atletas, normalmente durante el ejercicio físico, han conmocionado a la sociedad, aumentando el interés en conocer las causas, la mayoría de las veces debido a alguna enfermedad subyacente diagnosticable y potencialmente tratable.

La adaptación cardiovascular al ejercicio difiere según el tipo de ejercicio: entrenamiento de resistencia (también llamado aeróbico, dinámico o isotónico) como por ejemplo carreras de larga distancia o natación; o entrenamiento de fuerza (anaeróbico, estático o isométrico) como levantamiento de peso o lucha. Aunque hay que tener en cuenta que la mayoría de los deportes combinan en mayor o menor medida ejercicio de resistencia y fuerza. Los efectos difieren tanto de forma aguda como a largo plazo, resultando el ejercicio dinámico sobre todo en una mayor diferencia arteriovenosa de oxígeno (la cantidad de O2 que son capaces de extraer los músculos desde la sangre) y mayor gasto cardiaco (cantidad de sangre que el corazón es capaz de bombear por minuto). A nivel fisiológico sobre el corazón, esto se traduce en una sobrecarga de volumen. Sin embargo, en el entrenamiento de fuerza lo que se produce es una sobrecarga de presión por aumento de las resistencias vasculares periféricas y de la presión arterial.

La respuesta individual al entrenamiento además no es uniforme, ya que existen también condicionantes genéticos y ambientales, pero se estima que hasta el 50% de los atletas tienen algún grado de remodelado cardíaco. Lo más habitual es encontrar crecimiento de las cavidades cardíacas, sobre todo el ventrículo izquierdo y en menor medida la aurícula izquierda. Este crecimiento en tamaño y volumen se traduce también en aumento de la masa miocárdica. Un estudio mediante ecocardiografía o cardiorresonancia puede llegar a ser necesario en algunos casos para evaluar dichos parámetros. Lo más significativo es que estos cambios desaparecen con el decondicionamiento y en ocasiones es casi la única forma de diferenciarlos de posibles alteraciones patológicas.

Las alteraciones fisiológicas por el entrenamiento también se pueden reflejar en el electrocardiograma, desde patrones de repolarización a bloqueos aurículo-ventriculares o pequeñas arritmias ventriculares. Al igual que ocurre con los cambios morfológicos, éstos también revierten al cesar el entrenamiento y se consideran benignos.

En conclusión, el entrenamiento físico de alto nivel puede producir cambios en el sistema cardiovascular que suponen una adaptación y por tanto son benignos y no suponen ningún riesgo para el deportista. Sin embargo, en algunas ocasiones estas alteraciones pueden imitar o llegar a enmascarar  patologías potencialmente peligrosas, incluyendo el riesgo de muerte súbita, por eso cobra enorme importancia realizar un estudio adecuado por un equipo multidisciplinar experimentado que permita detectar precozmente los posibles problemas y nos permita disfrutar con tranquilidad y seguridad de nuestra práctica deportiva.

Tabla 1. Clasificación de Mitchell

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